miércoles, 30 de enero de 2013

Labrador era mi padre (24-10-11)

Enrique Abad (voz), Kike Los Arcos (acordeón) y Jokin Zabalza (guitarra) interpretan la jota Labrador era mi padre interpretada en Pamplona el 24 de octubre de 2011 durante la colocación de una placa en el domicilio de Joaquín Zabalza y Alberto Huarte en Pamplona en la calle Mayor.

 

Joaquín Zabalza, el director musical del grupo


Joaquín Zabalza nació el 16 de agosto de 1932. En su familia se respiraba música por los cuatro costados. Su padre, Cándido, fue secretario de la Coral de Cámara, en la que Mari Eva, hermana de Joaquín, fue solista y realizó giras internacionales, que incluyeron países como Argentina, Uruguay, Estados Unidos, etc., antes de que lo hicieran Los Iruña´ko. Joaquín fue un alumno brillante de la Academia de Música (donde se estudiaba hasta que se abrió el Conservatorio). Formó parte de la Rondalla de Aoiz, y, al igual que Alberto, de la primera tuna de Navarra y, posteriormente, del Trío Iberia. La trayectoria en ambos era idéntica por la gran amistad que les unía y que se prolongó durante toda la vida. ¡Hasta se casaron el mismo día en una ceremonia conjunta! Era empleado de banca y dejó su trabajo para viajar a América. Ya estaba casado con Maite Díez y tenía una hija, Isabel. Después vendrían otros cuatro: Jokin, Eva, Teresa y Amaia. Era tenor segundo, y tocaba la guitarra, el bajo y la pandereta, además de hacer los arreglos. No obstante, sabía tocar más de una decena de instrumentos, entre ellos el violín, la flauta, el laud o la bandurria.

Joaquín vivió la música con una pasión excepcional. Siempre demostró una gran capacidad de trabajo. Era el director musical, dirigía los ensayos y hacía los arreglos de voces. Era la trastienda del grupo y se preocupaba de que en el momento de saltar al escenario estuviera controlado hasta el último detalle. A esa labor unió la de recopilar artículos de periódicos, discos, fotos, premios...; en definitiva, todo aquello que tuvo que ver con Los Iruña´ko.

Sus compañeros le llamaban “El Flaco”, un apodo que se ganó a pulso durante su estancia en América, ya que no le gustaba casi nada de lo que le daban para comer. Además, tuvo durante toda su vida terror a montar en avión. Por eso Los Iruña´ko siempre que podían viajaban en coche. Y cuando se veían obligados a hacerlo en avión, Joaquín se tomaba alguna copa para ser capaz de subirse.

Tres años después de la disolución del quinteto navarro creó un grupo para presentarse al VIII Festival Hispano-Portugués de la Canción. Y ganaron. El trío Los Ibéricos, formado por Mari Tere Solchaga -hermana de la esposa de Alberto Huarte-, José Luis Buil y el propio Joaquín, obtuvo el primer premio en el Festival del Duero celebrado en agosto en el Palacio de Cristal de Oporto, en Portugal. La canción Lisboa es así, con letra de Francisco Martín Luna, logró el galardón.

Tras la disolución de Los Iruña´ko, Joaquín Zabalza siguió durante toda su vida dedicándose a la música. Obtuvo el título de profesor de guitarra en el Conservatorio Pablo Sarasate, y se dedicó a una actividad por la que sería muy conocido en Pamplona: impartir clases de guitarra en la coqueta buhardilla de la calle Mayor 54, por la que pasaron más de dos mil alumnos. A lo largo de su vida se dedicó también a preparar conjuntos instrumentales como Guitarras Mágicas, un grupo formado por los alumnos más destacados que pasaban por sus manos, que ha grabado tres discos y ofrecido un centenar de conciertos por toda la geografía navarra. Además ejerció de compositor y arreglista para grupos como Navarrerías o Los Compadres, entre otros muchos, y fue auroro.

Murió el 11 de marzo de 2005, a los 72 años, después de dos años y medio de lucha contra el cáncer. En los Sanfermines de ese año, la procesión del Santo se detuvo frente a su domicilio. Allí, Mari Cruz Corral rindió un homenaje a Joaquín Zabalza con la jota Qué hizo a San Fermín llorar. Lloraron de emoción Los Iruña’ko, sus familiares, amigos y parte del público.

Su amor y su dedicación a la música han sido heredados por sus hijos, tres de los cuales (Jokin, Teresa y Amaia) ejercen de profesores en el Conservatorio Pablo Sarasate. Su mujer, Maite, falleció unos días después, el 26 de abril de 2005.

El trío Iberia


Pronto la tuna se les quedó pequeña a los citados, que dieron un paso adelante y decidieron constituirse como grupo musical, en 1953. El nombre: Trío Iberia. El objetivo: sumarse al boom de los boleros, tan de moda en aquellos años gracias al éxito de Los Panchos. Acudían allí donde les llamaban, en fiestas de pueblos, casinos, etc., siempre desbordantes de entusiasmo. Cantaban Alma, corazón y vida, Lo dudo, Historia de un amor...

Era aquella una época de gran efervescencia musical. Los grupos surgían y desaparecían con notable frecuencia. Los Amigos del Arte organizaban todos los años un festival que servía de punto de encuentro para muchos de aquellos conjuntos. Las eliminatorias se celebraban en el Olimpia, en la avenida de San Ignacio, donde hoy se encuentra el cine Carlos III, y la final, en el Teatro Gayarre. Allí fue donde Zabalza, García y Huarte escucharon cantar por primera vez a un tenor de Cintruénigo cuya voz les impresionó: Enrique Abad. También acudió al concurso la formación Los Melódicos, con Enrique Los Arcos al acordeón, al que también conocían de la tuna.

A finales de 1953, los componentes del Trío Iberia decidieron dar un giro a su trayectoria. Una decisión que resultaría de una importancia capital para la posterior trayectoria de Los Iruña´ko. Josecho, Joaquín y Alberto habían comentado en muchas ocasiones que la música que se escuchaba en las calles en Sanfermines -himnos de las peñas, estampas, etc.- no se había grabado, y que merecía la pena hacer un esfuerzo para escribirla, arreglarla y documentarla. La etapa de los boleros había pasado, y el Trío Iberia decidió dedicarse en cuerpo y alma a esta nueva tarea.

Muy pronto se dieron cuenta de que les faltaba algo fundamental: un acordeonista. Y pensaron que el más adecuado era aquel chaval de Los Melódicos al que habían disfrutado escuchando en el Olimpia, y con el que compartieron algunas juergas en la tuna universitaria. Ni que decir tiene que Enrique Los Arcos aceptó encantado. Por aquel entonces tenía veinte años, y acumulaba una cierta experiencia en el mundo de la música, eso sí, siempre como aficionado. Se inició en el grupo Los Nocturnos, con 16 años, y allí comprobó el sabor del directo, siempre dentro de los límites de Navarra y ante reducidos auditorios. También le sirvió para darse cuenta de que le gustaba, y mucho, el mundo de la música. Por eso dio un salto adelante y pasó a formar parte de otro grupo, Los Melódicos, de mayor calidad que el anterior. En ese grupo estaban Santamaría (luego sustituido por Aguirre), Elorz, Osés y Los Arcos. Tocaban siempre canciones de folclore local, y fue precisamente escuchando a este grupo cuando a Joaquín Zabalza se le iluminó la bombilla de que si querían triunfar no se podían limitar a cantar boleros de Los Panchos, y de que el folclore navarro no estaba grabado y había que hacerlo. No era fácil salir adelante en un momento en el que la profusión de grupos musicales era muy grande, y Los Melódicos, como muchos otros conjuntos, se fue difuminando por la falta de contratos y, en definitiva, de dinero para poder seguir actuando. En ese momento le llegó a Enrique Los Arcos la propuesta para pasar a formar parte de Los Iruña´ko. Daba comienzo así una nueva etapa del grupo, que pasaba a convertirse en un cuarteto, todavía con Josecho García, pero aún sin Enrique Abad ni Iñaki Astondoa.

Los dos primeros años del grupo (1954-55) estuvieron dedicados a la investigación, a los arreglos y a los ensayos. Los cuatro jóvenes fueron arreglando los himnos de las peñas y otras piezas sanfermineras. Hablaron en infinidad de ocasiones con el maestro Turrillas -autor del 90% de los temas-, que puso a su disposición todas las partituras. Una vez realizado ese trabajo, el grupo disponía ya del repertorio adecuado como para dar su primer concierto basado en la música sanferminera y el folclore navarro. Fue el que tuvo lugar en Alcoz y que tanto impresionó a Fermín Orzanco. Animados por tan buena acogida, ofrecieron varios recitales más, siempre ante pequeños grupos de espectadores.